sábado, noviembre 24, 2007

¿AVENTURAS?

El otro día vino otro "pobre" a verme por “motivos espirituales”, y sólo me pidió lo siguiente (intercalado en medio de una conversación “muy espiritual”):

1°) 6 dólares.
2°) Unas zapatillas de deporte.
3°) Arroz.
4°) Entrar en nuestra congregación.
5°) Contactos para casarse con una mujer blanca de Europa o América.
6°) Un vaso de agua.

Para las tres primeras peticiones le dije que nosotros ayudamos a la parroquia y que son ellos los que ayudan directamente a la gente (sólo tuve que decírselo unas 10 veces). Para la cuarta le dije que lo pensara bien, pues sus condiciones familiares y su historia no me hacían pensar que tuviera vocación religiosa. Para la quinta petición le dije que “tra moglie e marito, non mettere il dito” (traduzco del italiano: “entre la mujer y el marido, no metas el dedo”), a parte de eso le hice notar las dificultades de emigrar a Europa y que era mejor quedarse en el Congo… ¡hasta le hice una apología de la belleza de las mujeres negras!
Sólo accedí a la petición n° 6, petición que él hizo cuando vio que yo no era el típico blanco « papá Noel », y que no iba a ceder. No sé si conseguí convencerle de que dejara de mendigar (cuando tenía estudios y capacidades de sobra para espabilarse trabajando como profesor).

Después de esta larga conversación me puse a cocinar, a hervir agua y a filtrarla (para que sea potable y bebible)… normalmente cocina el Hno. Mateo, pero como salió con el P. Yvo me lancé… pobres comensales… los macarrones se secaron en el horno y el pescado lo masacré un poquito, eso sin contar el pequeño detalle de que me dejé las branquias y algún que otro intestino por ahí… Por suerte no se me cortó la corriente, porque usar el carbón es un fastidio enorme y no es fácil conseguir que se ponga al rojo vivo.

Por la tarde fui con el P. Yvo a visitar una parroquia del centro de la ciudad (San Clemente), pero era como adentrarse en la selva tropical; a pesar de tener un coche 4 x 4 varias me veces me quedé clavado en el barro, pero al final conseguí salir (tuve más suerte que un camión y dos furgonetas que se habían quedado hundidos). Llegamos sin incidentes a la parroquia (exceptuando que una niña pequeña se me tiró bajo las ruedas y que frené a 5 cm de ella) y el cura quedó gratamente sorprendido de que hubiéramos ido sólo para visitarlo. Allí en la parroquia San Clemente la corriente no llega casi nunca, y el agua una vez cada cuatro días (estoy hablando de un barrio bastante céntrico de la capital, Kinshasa). Volvimos antes de que cayera la noche porque si no es imposible reconocer las calles, a pesar de que nos acompañaba alguien del barrio (no hay nombres de calle, no hay números y no hay alumbrado público… bueno, miento, de cuando en cuando se ve algún nombre o número dibujado en las puertas o en los muros).

Por cierto, si atropellas a alguien en Kinshasa hay muchas probabilidades de que la gente te linche ahí mismo si no te protege la policía… es una buena motivación para no atropellar a nadie.

Cuando vas por las calles de Kinshasa, sobre todo las no pavimentadas, tienes la sensación de estar atravesando una manifestación: el coche parece que navega a través de la muchedumbre; nuestro coche tiene una desventaja bastante grande, y es que el motor es muy silencioso, y la gente no se da cuenta de que estamos detrás, y si son niños es peor, porque son imprevisibles. Ah, me olvidaba decir (de lo normal que es la cosa), que en el trayecto nos gritaron entre 15 y 20 veces “mondele” (=blanco-extranjero)… aquí la gente tiene la costumbre de hacer comentarios en voz alta, es una cultura muy expresiva. Sorprende la cantidad de niños que hay en las calles (lo contrario que en el primer mundo).

Al volver a casa, atasco reglamentario y corte de luz reglamentario (aunque la corriente volvió dos horas después… tenemos suerte). El agua también se corta, por eso la acumulamos en bidones… ¡que bidones! (no confundir con “¡que vidones!”).

Vuelvo a la pregunta del título del post: ¿es esto que he contado una aventura? Todo depende de cómo definimos “aventura”. Esta noción implica la novedad de lo desconocido, así que de todo lo que he contado, la aventura ha sido para mí hacer la cocina, y ha sido una aventura más grande para los comensales comer lo que he preparado. Para las amas de casa que hayan leído el post, la aventura no será el hecho de cocinar, sino el resto.
A veces, aunque la situación que vivas sea novedosa (como aquella vez, en junio de 2004, en que me encontré caminando en medio de una manifestación anti ONU y anti blancos) lo último en que piensas es en “aventuras”, sólo intentas sobrevivir a las “balas perdidas” o a la multitud enfurecida (a parte de intentar no cag…. de miedo). Hago notar que, cuando ves las calles desiertas, es muy mala señal, pues significa que hay problemas serios de seguridad (fue por desconocer ese hecho que me vi envuelto en la situación que acabo de contar).

Muchos de los voluntarios que van al Tercer Mundo para hacer un voluntariado de unos meses lo hacen movidos por el espíritu de aventura; pero cuando la novedad pasa y te encuentras con la habitual falta de agua y de corriente, falta de Internet, con las enfermedades, la corrupción, el racismo, la violencia, etc, entonces la aventura se convierte en dolorosa y desgastante rutina: es como el matrimonio, al principio el viento de la novedad empuja las velas a toda velocidad, pero después de unos años hay que sacar los remos y esforzarse para hacer avanzar la barca hasta el final; es entonces cuando te sostiene la certeza de saberte llamado por Dios a dar la propia vida por los demás, sin cálculos egoístas, sólo para seguir a Jesús y por el bien de los hermanos que Dios pone a nuestro alcance.

Que la celebración de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo nos ayude a descubrir que servir es reinar con Jesús, y que el hecho de contemplar al Hijo de Dios hecho hombre en la sufrida Palestina de hace 2000 años nos de la valentía de seguir adelante y de perseverar hasta el fin.

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sábado, noviembre 17, 2007

“AVALANCHA”

De la autobiografía de San Ignacio de Loyola (n° 50): Y estando un día en Ferrara en la iglesia principal, cumpliendo con sus devociones, un pobre le pidió limosna, y él le dio un marquete, que es moneda de 5 ó 6 cuatrines. Y después de aquel vino otro, y le dio otra monedilla que tenía, algo mayor. Y al 3º, no teniendo sino julios, le dio un julio. Y como los pobres veían que daba limosna, no hacían sino venir, y así se acabó todo lo que traía. Y al fin vinieron muchos pobres juntos a pedir limosna. El respondió que le perdonasen, que no tenía más nada.

Esto es, más o menos, lo que pasó el otro día: el hermano Mateo dio limosna a dos pobres que vinieron a casa, y en pocas horas se corrió la voz y la gente empezó a acumularse a la puerta de casa. No llegamos a quedarnos sin nada, como hizo San Ignacio, pero tuvimos que decirles que hicieran lo que normalmente se hace en estos casos: que se dirigieran a su parroquia, allí donde les conocen. El problema con la cuestión de la caridad es que hay mucha picaresca (como en la época de Miguel de Cervantes en España). En una gran mayoría de los casos la actitud adecuada no consiste en ablandarse fácilmente, sino en ayudar de forma ordenada y organizada.

El problema para nosotros, los blancos, es que se cumple la ecuación “blanco=dinero”, y así nos ve la gran mayoría de la gente. Por lo tanto, cuando alguien se acerca a nosotros, lo primero que me pregunto es: ¿qué está buscando? Yo prefiero no ocuparme directamente de cuestiones de dinero, si no muchos de los que vienen a verte (por no decir casi todos), vienen a pedir dinero o influencias bajo capa de espiritualidad. Prefiero que quede claro que sólo me ocupo de prestar una ayuda espiritual, y si alguien tiene una necesidad económica, tenemos una comisión que estudia los diferentes casos para distribuir las ayudas disponibles, o reenvío a la persona a su parroquia (ayudamos a algunas de ellas con esa finalidad). Por lo que he visto es bastante negativa la experiencia de los que vienen con doble intención: aparentemente buscan la espiritualidad, pero en el fondo hay una cuestión monetaria… así nunca sabes a qué atenerte.

Esta actitud me lleva a tener pocos “amigos”, pero los que vienen a verme está claro para lo que vienen. Por ejemplo, el otro día, un empresario vino a verme para la dirección espiritual y después me dio una limosna (sin que yo pidiera nada) para ayudar a pagar los gastos de los que vienen a hacer los ejercicios espirituales.

Respecto a la tanda de ejercicios que terminamos el domingo 11, tuve de nuevo las satisfacciones que el Señor nos concede normalmente: un hombre que se decidió a emprender el camino hacia el bautismo, algunos que dejaron a sus amantes respectivas (“le deuxième bureau” –“segunda oficina”- como se dice popularmente), bastantes que se decidieron a perdonar y a reconciliarse, muchos que se confesaron después de bastante tiempo sin hacerlo, y muchos que descubrieron el tesoro escondido que hay en la religión cristiana, que es mucho más que un conjunto de ritos o una moral. Un aspecto que suele impactarles mucho es el silencio, condición necesaria para que la oración y la meditación de la Palabra de Dios pueda entrar a fondo.

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miércoles, noviembre 07, 2007

KINSHASA BAJO EL AGUA

La segunda noche después de habernos instalado en la nueva casa que hemos alquilado, ha caído una tromba de agua: en la ciudad ha habido inundaciones, casas y muros destruidos, calles y carreteras cortadas y más de 30 muertos. Sin ir más lejos, en la parcela donde estamos un riachuelo se ha desbordado, ha destruido un puente, se ha llevado por delante un muro y ha destruido la casa que estaba detrás del muro (no hay que deplorar ninguna víctima, pero la familia que vivía ahí escapó por poco).

Ahora estamos en plena ciudad, en la zona de Kintambo, pero hay que hacer notar dos cosas: 1) las cloacas y canalizaciones subterráneas son prácticamente inexistentes; 2) falta un plan urbanístico y las construcciones son anárquicas (muchas veces previo soborno de los funcionarios del catastro): todo esto explica en gran parte estas catástrofes.

Nuestra casa está en la zona más alta de la colina y está bien construida. El único problema que hemos tenido es que se cortó el cable de la corriente, y hervir el agua o cocinar con carbón es un fastidio; en cambio el agua llega en algunos momentos del día y aprovechamos para acumular reservas.

Somos afortunados, porque al menos nos llega la corriente y el agua, aunque sea con cortes. En cambio hay muchos barrios de la ciudad donde no llega ninguna de las dos (esto implica vivir a oscura o con velas, cocinar con carbón –que no es nada barato- y no poder guardar cierto tipo de comida más de un día… eso sin contar que la radio y la televisión quedan como simple decoración).

Hay barrios donde cortan la electricidad cuando hay una lluvia medianamente fuerte, pues como hay muchos cables de alta tensión al aire libre y al nivel del suelo, cuando el agua se acumula en la calle conduce la electricidad y es normal morir electrocutado. De ahí que sea comprensible que, en los días de lluvia, mucha gente se quede en casa y no salga.

Por otra parte, como el terreno sobre el que está construida Kinshasa es arenoso, es normal que se formen brechas que van abriéndose y terminan produciendo derrumbamientos de terrenos y de casas. La gente suele resistirse a abandonar sus casas aunque la brecha esté cerca, y en una noche de lluvia torrencial, mientras duermen…

Van a pasar muchos años antes de poner orden (urbanístico) en esta ciudad; mientras tanto nosotros seguiremos poniendo nuestro grano de arena (bueno, mejor de piedra) para ayudar a la gente a encontrar en Jesucristo la fuerza para seguir luchando día a día; pero si alguien quiere emigrar no se lo reprocho, por supuesto, sobre todo viendo las circunstancias en que tienen que vivir (aunque, por mi parte, animo a la gente a quedarse –si su situación no es muy difícil- para ayudar a levantar el país desde dentro… a pesar de todo, las familias suelen aspirar a que al menos uno de la familia trabaje en Europa o en EEUU para ayudar con las divisas que podrá enviar si encuentra un trabajo).

Mañana empezamos una nueva tanda de ejercicios espirituales, cuento con vuestras oraciones.

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