¿AVENTURAS?
El otro día vino otro "pobre" a verme por “motivos espirituales”, y sólo me pidió lo siguiente (intercalado en medio de una conversación “muy espiritual”):
1°) 6 dólares.
2°) Unas zapatillas de deporte.
3°) Arroz.
4°) Entrar en nuestra congregación.
5°) Contactos para casarse con una mujer blanca de Europa o América.
6°) Un vaso de agua.
Para las tres primeras peticiones le dije que nosotros ayudamos a la parroquia y que son ellos los que ayudan directamente a la gente (sólo tuve que decírselo unas 10 veces). Para la cuarta le dije que lo pensara bien, pues sus condiciones familiares y su historia no me hacían pensar que tuviera vocación religiosa. Para la quinta petición le dije que “tra moglie e marito, non mettere il dito” (traduzco del italiano: “entre la mujer y el marido, no metas el dedo”), a parte de eso le hice notar las dificultades de emigrar a Europa y que era mejor quedarse en el Congo… ¡hasta le hice una apología de la belleza de las mujeres negras!
Sólo accedí a la petición n° 6, petición que él hizo cuando vio que yo no era el típico blanco « papá Noel », y que no iba a ceder. No sé si conseguí convencerle de que dejara de mendigar (cuando tenía estudios y capacidades de sobra para espabilarse trabajando como profesor).
Después de esta larga conversación me puse a cocinar, a hervir agua y a filtrarla (para que sea potable y bebible)… normalmente cocina el Hno. Mateo, pero como salió con el P. Yvo me lancé… pobres comensales… los macarrones se secaron en el horno y el pescado lo masacré un poquito, eso sin contar el pequeño detalle de que me dejé las branquias y algún que otro intestino por ahí… Por suerte no se me cortó la corriente, porque usar el carbón es un fastidio enorme y no es fácil conseguir que se ponga al rojo vivo.
Por la tarde fui con el P. Yvo a visitar una parroquia del centro de la ciudad (San Clemente), pero era como adentrarse en la selva tropical; a pesar de tener un coche 4 x 4 varias me veces me quedé clavado en el barro, pero al final conseguí salir (tuve más suerte que un camión y dos furgonetas que se habían quedado hundidos). Llegamos sin incidentes a la parroquia (exceptuando que una niña pequeña se me tiró bajo las ruedas y que frené a 5 cm de ella) y el cura quedó gratamente sorprendido de que hubiéramos ido sólo para visitarlo. Allí en la parroquia San Clemente la corriente no llega casi nunca, y el agua una vez cada cuatro días (estoy hablando de un barrio bastante céntrico de la capital, Kinshasa). Volvimos antes de que cayera la noche porque si no es imposible reconocer las calles, a pesar de que nos acompañaba alguien del barrio (no hay nombres de calle, no hay números y no hay alumbrado público… bueno, miento, de cuando en cuando se ve algún nombre o número dibujado en las puertas o en los muros).
Por cierto, si atropellas a alguien en Kinshasa hay muchas probabilidades de que la gente te linche ahí mismo si no te protege la policía… es una buena motivación para no atropellar a nadie.
Cuando vas por las calles de Kinshasa, sobre todo las no pavimentadas, tienes la sensación de estar atravesando una manifestación: el coche parece que navega a través de la muchedumbre; nuestro coche tiene una desventaja bastante grande, y es que el motor es muy silencioso, y la gente no se da cuenta de que estamos detrás, y si son niños es peor, porque son imprevisibles. Ah, me olvidaba decir (de lo normal que es la cosa), que en el trayecto nos gritaron entre 15 y 20 veces “mondele” (=blanco-extranjero)… aquí la gente tiene la costumbre de hacer comentarios en voz alta, es una cultura muy expresiva. Sorprende la cantidad de niños que hay en las calles (lo contrario que en el primer mundo).
Al volver a casa, atasco reglamentario y corte de luz reglamentario (aunque la corriente volvió dos horas después… tenemos suerte). El agua también se corta, por eso la acumulamos en bidones… ¡que bidones! (no confundir con “¡que vidones!”).
Vuelvo a la pregunta del título del post: ¿es esto que he contado una aventura? Todo depende de cómo definimos “aventura”. Esta noción implica la novedad de lo desconocido, así que de todo lo que he contado, la aventura ha sido para mí hacer la cocina, y ha sido una aventura más grande para los comensales comer lo que he preparado. Para las amas de casa que hayan leído el post, la aventura no será el hecho de cocinar, sino el resto.
A veces, aunque la situación que vivas sea novedosa (como aquella vez, en junio de 2004, en que me encontré caminando en medio de una manifestación anti ONU y anti blancos) lo último en que piensas es en “aventuras”, sólo intentas sobrevivir a las “balas perdidas” o a la multitud enfurecida (a parte de intentar no cag…. de miedo). Hago notar que, cuando ves las calles desiertas, es muy mala señal, pues significa que hay problemas serios de seguridad (fue por desconocer ese hecho que me vi envuelto en la situación que acabo de contar).
Muchos de los voluntarios que van al Tercer Mundo para hacer un voluntariado de unos meses lo hacen movidos por el espíritu de aventura; pero cuando la novedad pasa y te encuentras con la habitual falta de agua y de corriente, falta de Internet, con las enfermedades, la corrupción, el racismo, la violencia, etc, entonces la aventura se convierte en dolorosa y desgastante rutina: es como el matrimonio, al principio el viento de la novedad empuja las velas a toda velocidad, pero después de unos años hay que sacar los remos y esforzarse para hacer avanzar la barca hasta el final; es entonces cuando te sostiene la certeza de saberte llamado por Dios a dar la propia vida por los demás, sin cálculos egoístas, sólo para seguir a Jesús y por el bien de los hermanos que Dios pone a nuestro alcance.
Que la celebración de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo nos ayude a descubrir que servir es reinar con Jesús, y que el hecho de contemplar al Hijo de Dios hecho hombre en la sufrida Palestina de hace 2000 años nos de la valentía de seguir adelante y de perseverar hasta el fin.
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